23/6/07

Los mercadillos de la vida

Esta es la noche más corta del año, y menos mal pues espero con ansias que amanezca esta preciosa mañana de domingo. Si, espero que sea preciosa.
Mañana, ya domingo, iremos al rastro, pero no es un domingo cualquiera en el rastro Madrileño, mañana tendremos un pedazo de Londres en el corazón de Madrid. Más o menos cien puestos de los famosos mercadillos de Camden Town y Portobello estarán esperándome a primera hora de la mañana y podré acordarme, sentir y oler el primer paseo que hice contigo, ya hace diez años en esa loca ciudad, por esos mercadillos de la vida, esa ciudad en que fui para huir y acabé encontrándome y encontrándote también.
Me acuerdo de todo con detalles, de como tu primera impresión no fue buena y yo me di cuenta enseguida e hice todo para que dejaras de hablar con las demás y te fijaras más en mi, te hablé de mis viajes a ver si te impresionaba un poco y al parecer sí. Compartíamos varias cosas en esos momentos, gustos musicales, lecturas, una amiga en común, mismo trabajo en fin, era el destino, tarde o temprano te encontraría en algún lugar de la galaxia, sino, ya me dirás si no es coincidencia que tu primo viviera a 300 metros de mi casa en Madrid y que mi madre hubiera vivido (por poco tiempo) a menos de un kilómetro de la casa de tus padres en Málaga, y que yo estuve durmiendo a pocos metros tuyo sin saber que existías.
Yo no te dejé escapar, me acuerdo de Clapham, de Brixton y Stockwell, de la noche loca que te dejé colgada por culpa de la colgada que iba conmigo y que casi sobornamos al encargado de tu trabajo para que nos diera tu dirección. Y así con una lluvia intensa salimos Ana y yo a buscarte para que pudiera disculparme por el plantón que te había dado.
Salimos muy tarde de esa casa Victoriana que vivía Ana y fuimos directamente al The Swan, tú ya no estabas y decidimos salir a buscarte como fuera. Llegamos a la calle donde se supone vivías tú, la recorrimos de arriba abajo y no encontrábamos el tal numero, creo recordar que era un Bis de esos, entramos en un badulake indio a preguntar si era correcta la dirección, a todo esto estábamos caladas de arriba abajo y nos miraron un poco raros los señores con turbantes de colores, ya que habíamos entrado aproveché para comprar ese tabaco indio que tanto me gustaba, creo que se llamaba Gudham o algo así, el de la caja verde y dorada, me encantaba el sabor a clavo y canela que dejaba en la boca. Me fumé uno enseguida.
Salimos sin respuesta y decidimos espiar por las Bowl Windows a ver si alguien que estuviera viendo la tele se parecía a ti. Casi entre el principio y el fin de la calle, vamos, que en todo el medio, enfilaban unas casitas blancas muy monas, podíamos ver perfectamente sus salones y en uno de esos salones parecía estar tu, sentado en una sillón de orejas viendo la tv. Le dije a Ana que no estaba segura que el tío tenía el pelo largo pero no se parecía mucho a ti, le dije que era mejor no decir nada y si tu estabas ahí sentado tan tranquilamente es que no te importaba que te hubiera dado plantón. Ella dijo que no se había mojado por nada y tocó el timbre.
Siempre nos acordamos de esa escena como si fuera una película.
Salió un tío, borracho, con camisa interior blanca de tirantes, muchos tatuajes y que se parecía a Mikey Rourke (ahora que está feo); no sé que es lo que dijo porque no le entendí ni jota pero Ana se volvió transparente, tampoco le entendió del todo y salimos pitando diciendo I'm So Sorry, Sorry, Sorry...
Todavía con el susto en el cuerpo, llegamos al final de la calle, siempre echando la vista atrás por si venía el borracho detrás nuestra, teníamos un paraguas con punta metálica por si acaso hiciera falta defendernos. En ese final de calle, se encontraban unas casitas que más bien serían consideradas infraviviendas, yo la miré y dije que no creía que vivieses ahí, en esas condiciones, pero ella insistió y dijo que el numero era ese y que deberíamos llamar.
La choza no tenía timbre, así que a paraguazo limpio hasta que contestó alguien. Ese alguien tenía acento sudamericano y abrió la puerta, vestida solamente con un picardías rosa palo. A mi se me vino el mundo encima, no puse atención ni en lo que dijo la tía esa, solamente estaba pensando en que tu vivías con ella y que habíamos hecho el ridículo. No era el caso, menos mal.
Ana y yo volvimos andando a Clapham, y esa noche pasó a la historia como la "Noche más Grunge", de Londres, porque en Madrid teníamos unas cuantas que contar.
Al día siguiente te encontré, quedamos en el metro para ir a Camden, estuvimos todo el día de turismo, con la colgada de turno incluida, me bebí unas 13 pintas de cerveza pero iba bien, todavía sabía lo que hacía. Por la noche nos encontramos en The Swan, bailamos como posesos.
Yo estaba literalmente exorcizando la cerveza que había en mi cuerpo, bailé, canté como nunca, flirteaba contigo, miraditas cómplices, viajes hasta la barra cogidos de la mano hasta que me llevaste a la planta de arriba y me besaste.
Sentí ese ZaZaZú, esas mariposas en el estomago que tanto necesitaba, nos besamos durante mucho tiempo, era delicioso estar contigo por fin y la banda sonora era perfecta.
Nos fuimos a la casa Victoriana, no me acuerdo si fuimos andando, en metro, teletransportados o levitando. Intentamos practicar el sexo sin éxito ya que a esas horas el alcohol era el 50% del líquido corporal y la moqueta azul marino del salón no era muy erótica que digamos. Dormimos la borrachera de besos, los dos juntitos en una cama de 90cm.
Los demás días nos besábamos por esas interminables escaleras de metro, escalera arriba, escalera abajo.
Me llevaste a otro mercadillo, el de Brixton, el de los negros como decías tú y a tu casa también, que no estaba muy lejos y que no era la "favela" que había llamado a la puerta la otra noche.
Tenías mucho desorden, periódicos y discos de vinilo tirados por el suelo, aprovechaste la ocasión para regalarme algo que yo interpreté como un mensaje. Me regalaste un vinilo de Carole King. You've got a friend, sonaba en mi cabeza.
Me dijiste que en el año 2000 querías tener un hijo, y yo te dije que si yo estaba libre podríamos quedar y tener uno juntos.
Me fui y te envié una carta y te conquisté con mis historias en la distancia.
Viniste y te llevé al rastro.
Y el niño llegó, pero unos años más tarde. Cumplí con mi palabra.



1 comentario:

Verde Melón dijo...

sabía que la historia merecía la pena.

;)