13/3/07

Síndrome de Diógenes Sentimental


Haciendo un simulacro de Full Field anteprimaveral, bajé una de las enormes cajas de Ikea que guardo en el altillo del armario. Por el peso, por lo menos tendría que contener libros, papeles etc... me confundí de caja pensé en ese momento, ya que la que buscaba era la de mi colección de bolsos, para hacer un reciclado ante el eminente cambio de temporada. Ya que estaba aguantando los 30 kg de caja, decidí bajarla y echar un vistazo. Sorprendentes hallazgos, pensé, ni me acordaba de estas cosas y menos imaginaba que estarían allí. Me acordé de mi abuela en ese mismo momento, ella siempre me decía... ¡El que guarda, halla! Y es verdad. Entre libros de la carrera, carpetas del instituto, mis adorables manuales de RENFE y AMADEUS (que hoy me suenan a chino), canutillos de diplomas que nunca voy a enmarcar, mapas y guías de ciudades que ya he visitado y muchas fotos, encontré mis antiguas agendas. Esas agendas tienen historia, y no son las del Sr. Roca. No están todas ya que con tanta mudanza de casa y de país imposible conservarlas, siempre se acaba perdiendo alguna caja en las mudanzas y da la casualidad que sería la mía en muchas ocasiones. Me dispongo a apilar las que me quedan en orden cronológico, empezando por la más antigua. Las abro y me sorprendo otra vez... mi letra no ha cambiado con los años pero si los contenidos. Me explico, para una chica como yo, y como las de mi colegio súper elitista, su agenda era su lugar de encuentro con las intimidades y los amigos. No las escribíamos como si fueran un diario, estaba permitido que las amigas y los amigos nos dejaran sus comentarios, teníamos fotos y miles de papelitos pinzados con clips de colores, eran de marca o customizadas, finas o gordas. Según el grosor de tu agenda así era tu popularidad en el colegio, algunas las llevaban atadas con gruesos elásticos para que no se cayeran todos esas dedicatorias y esos papelitos. Las mías eran normales y tunneadas, sólo escribían los amigos de verdad. Hoy en día las hemos sustituido por los BLOGS y desempeñan la misma tarea, pero no es lo mismo, le falta ese toque nostálgico de ver como eran las letras de tus amigas, olores, manchas de lágrimas y todo eso que para que el mundo cibernético todavía no está preparado. Entre todos esos papelitos encontré cartas y dentro de un sobre verde un verdadero hallazgo, de esos que te dejan medio atontada. Encontré mi primera declaración de amor, me la envío él, H.D.J., el que me dio mi primer beso, un recorte de hoja de cuaderno cutre con tachaduras y con celo para encajar los trozos en que se había convertido. Me reí mucho al leer su contendido y ver los comentarios que había hecho yo en el revés de la nota. ¿Por qué guardo esto? La verdad es que no lo sé, al igual que guardo una carta escrita con sangre que me la escribió un novio francés que tuve con 18 años y que a los pocos días de darme la carta, me dejó por otro...(si, por otro y quién no ha pasado por eso no sabe cuanto duele, ¿Con quién te vas a comparar? ) Bueno, me puse a mirar las ultimas y es del año 2000 pero ya no tiene nada que ver con las de mis inicios, claro, ya no soy adolescente ni voy al colegio. Hay algunas más creativas y otras en las que apenas escribo y me he dado cuenta al leer todo, hojas, reversos de fotos y los papelitos, cartas; que la gente me apreciaba y que yo guardo cosas que en ese momento son muy importantes para mi, pero pasa como todo, algunas acaban en tus recuerdos para siempre y otras en la basura. Decidí dejar todo en su sitio, subir la pesada caja al altillo y no tirar nada a la basura. Todavía no toca, ya se perderán en alguna mudanza y buscarán el camino del olvido.



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