El caníbal
La familia está almorzando. Viene la empleada y dice que hay un mendigo en la puerta pidiendo comida. La señora le dice a la empleada que le dé un trozo de pan. El marido protesta:
— Es mejor no dar nada, si no se acostumbra mal. El vagabundo que vaya a buscar un trabajo.
El hijo mayor, un liberal, dice:
— Por lo menos un trozo de pan, papá.
La hija algo de izquierda dice que es mejor no dar nada.
— Así él se rebela de una vez.
— Esto es típico de ustedes — dice el hijo liberal.
— ¡La caridad no sirve de nada! — responde la hija algo de izquierda.
— Por lo menos el miserable tendrá un trozo de pan — contesta el hijo liberal.
— Señora, interrumpe la empleada, creo que pan él no aceptará, ¿eh?
— ¿Ah, no? — exclama el marido, sarcástico. ¿No querrá a lo mejor mi filete? ¿Patatas sautée? ¿Quiere ver la carta de vinos?
La empleada explica que el mendigo había preguntado si había alguien que comer.
Silencio en el comedor.
— ¿Cómo?
— Preguntó si había alguien que comer. Dijo que hasta podría ser un niño. Alguien que no fueran a echar de menos...
Junior, el benjamín, salta de su silla y, lleno de curiosidad, corre hacia la puerta antes de que los demás le puedan detener. Pasados algunos minutos el marido le dice a la empleada que vaya a ver qué pasó. Ella vuelve y dice que no hay vestigios de Junior y que el mendigo todavía sigue allí. El padre dice:
— Jorgito, ve tú.
— ¡Mi hijito no! Protesta la señora.
— Ve, Jorgito. Si te come a ti también, sabremos cuáles son sus verdaderas intenciones.
Jorgito salta con entusiasmo de su silla y corre hacia la puerta. La empleada va a ver y de regreso dice que Jorgito ha desaparecido, pero que el mendigo sigue con hambre.
— ¡Ya he dicho que Jorgito estaba muy delgado!, solloza la señora.
El hijo liberal toma una decisión. Se levanta y anuncia:
— Tendré una conversación con él. Él tiene que entender que la violencia no lleva a ningún lado. Debe reivindicar sus derechos a través de la política partidaria, en un diálogo franco y abierto. Volveré en pocos minutos.
Pasado algunos minutos el marido le dice a la empleada que vaya a ver qué ha pasado. Ella regresa diciendo que del hijo liberal sólo quedaron las gafas y que el mendigo seguía allí.
— ¿Y todavía no está satisfecho?
— Parece que no.
— Sólo queda una cosa por hacer — dice el marido, levantándose. Voy a traer mi arma.
— ¡Yo voy contigo!, dice la señora.
— De acuerdo. Tú le distraes mientras yo voy por detrás de la casa y lo ataco. Con esa gente sólo a balazos.
Los dos salen del comedor, donde sólo queda la hija algo de izquierda y la empleada. Después de algún tiempo, la hija algo de izquierda le dice a la empleada que vaya a ver qué ha pasado. La empleada vuelve y dice que de la pareja sólo quedó el arma y un pendiente de la señora.
— ¿Y el mendigo?
— Está con cara de quien comió y no le gustó.
— Esto no me sorprende — dice la hija algo de izquierda. Bueno, nadie puede decir que soy una persona insensible. Sé lo que hay que hacer.
Ella empieza a levantarse. La empleada le pregunta si ella también se va a ofrecer al caníbal.
— No seas tonta. Le voy a dar un Alka-Seltzer. Yo siempre dije que esta familia era indigesta.
Pero el caníbal se traga a la hija algo de izquierda con el Alka-Seltzer.
Luis Fernando Veríssimo - Porto Alegre 1936
Título original: "O canibal", publicado en Novas Comédias da Vida Privada.
Traducido malamente por mi.
La familia está almorzando. Viene la empleada y dice que hay un mendigo en la puerta pidiendo comida. La señora le dice a la empleada que le dé un trozo de pan. El marido protesta:
— Es mejor no dar nada, si no se acostumbra mal. El vagabundo que vaya a buscar un trabajo.
El hijo mayor, un liberal, dice:
— Por lo menos un trozo de pan, papá.
La hija algo de izquierda dice que es mejor no dar nada.
— Así él se rebela de una vez.
— Esto es típico de ustedes — dice el hijo liberal.
— ¡La caridad no sirve de nada! — responde la hija algo de izquierda.
— Por lo menos el miserable tendrá un trozo de pan — contesta el hijo liberal.
— Señora, interrumpe la empleada, creo que pan él no aceptará, ¿eh?
— ¿Ah, no? — exclama el marido, sarcástico. ¿No querrá a lo mejor mi filete? ¿Patatas sautée? ¿Quiere ver la carta de vinos?
La empleada explica que el mendigo había preguntado si había alguien que comer.
Silencio en el comedor.
— ¿Cómo?
— Preguntó si había alguien que comer. Dijo que hasta podría ser un niño. Alguien que no fueran a echar de menos...
Junior, el benjamín, salta de su silla y, lleno de curiosidad, corre hacia la puerta antes de que los demás le puedan detener. Pasados algunos minutos el marido le dice a la empleada que vaya a ver qué pasó. Ella vuelve y dice que no hay vestigios de Junior y que el mendigo todavía sigue allí. El padre dice:
— Jorgito, ve tú.
— ¡Mi hijito no! Protesta la señora.
— Ve, Jorgito. Si te come a ti también, sabremos cuáles son sus verdaderas intenciones.
Jorgito salta con entusiasmo de su silla y corre hacia la puerta. La empleada va a ver y de regreso dice que Jorgito ha desaparecido, pero que el mendigo sigue con hambre.
— ¡Ya he dicho que Jorgito estaba muy delgado!, solloza la señora.
El hijo liberal toma una decisión. Se levanta y anuncia:
— Tendré una conversación con él. Él tiene que entender que la violencia no lleva a ningún lado. Debe reivindicar sus derechos a través de la política partidaria, en un diálogo franco y abierto. Volveré en pocos minutos.
Pasado algunos minutos el marido le dice a la empleada que vaya a ver qué ha pasado. Ella regresa diciendo que del hijo liberal sólo quedaron las gafas y que el mendigo seguía allí.
— ¿Y todavía no está satisfecho?
— Parece que no.
— Sólo queda una cosa por hacer — dice el marido, levantándose. Voy a traer mi arma.
— ¡Yo voy contigo!, dice la señora.
— De acuerdo. Tú le distraes mientras yo voy por detrás de la casa y lo ataco. Con esa gente sólo a balazos.
Los dos salen del comedor, donde sólo queda la hija algo de izquierda y la empleada. Después de algún tiempo, la hija algo de izquierda le dice a la empleada que vaya a ver qué ha pasado. La empleada vuelve y dice que de la pareja sólo quedó el arma y un pendiente de la señora.
— ¿Y el mendigo?
— Está con cara de quien comió y no le gustó.
— Esto no me sorprende — dice la hija algo de izquierda. Bueno, nadie puede decir que soy una persona insensible. Sé lo que hay que hacer.
Ella empieza a levantarse. La empleada le pregunta si ella también se va a ofrecer al caníbal.
— No seas tonta. Le voy a dar un Alka-Seltzer. Yo siempre dije que esta familia era indigesta.
Pero el caníbal se traga a la hija algo de izquierda con el Alka-Seltzer.
Luis Fernando Veríssimo - Porto Alegre 1936
Título original: "O canibal", publicado en Novas Comédias da Vida Privada.
Traducido malamente por mi.
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